Pero, ¿en qué te afecta? Te ves tan normal.

Bueno, te prometo que no se te nota, te felicito. 

Si no me decías, no me daría cuenta, la verdad es que se ve que no te afecta mucho. 

No se visualiza en vos el autismo, no te ves autista, se ve que la llevas muy bien. 

A veces siento que estoy atrapada en una burbuja transparente, en una especie de cajita de cristal. Una cajita que solo yo puedo ver, pero que me separa de todos los demás. Me doy cuenta que solo yo puedo notar su existencia, y entonces digo: “estoy atrapada en una cajita de cristal”, pero nadie más la puede percibir, y dicen que me estoy imaginando sus paredes. 

Apenas escucho sus voces, y no puedo sentir su piel. El mundo me llega como a través de una pantalla, y mi mente se cansa del esfuerzo de sentir tanto y tan poco a la vez. La cajita es transparente, casi invisible, pero no es de aire. Pesa, y debo tener cuidado de no romperla, porque sino nos podemos lastimar todos. Debo empujarla.

Empujar la cajita de cristal es fácil por momentos. No es demasiado pesada, pero la constancia cansa. Entonces, empieza a dolerme el cuerpo, mis brazos ya no se sostienen, y mi mente se agota. Tengo que frenar. No puedo empujar más.

Luego me quedo quieta. Y conmigo mi transparente prisión también se mantiene inmóvil. Pero ella tiene esquinas, y lastiman a las personas que pasan. Chocan. La cajita se tambalea y empieza a quebrajearse, y siento que quedaré inundada en sus añicos, lastimada por el peso de mi encierro. Pero no se ve. No, los que chocan solo me ven a mí: cansada, paralizada, quieta, desesperada por salir.

«¿Por qué no te mueves? ¡Levántate! Debes aprender a avanzar. No te puedes quedar quieta ahí, ¿no ves que lastimas y te haces daño?«, me insisten.

Pero sus palabras me llegan como en una nube. El aire en la cajita se ha vuelto tóxico. Me falta el oxígeno. ¿No ven que ya no la puedo cargar más? ¿No ven que necesito un momento de descanso? 

Sin embargo, hay personas que tienen una magia especial. Hay personas que ven la cajita. Hay personas que ven los cortes que sus quebrajeos causan en mi piel. Ponen sus manos contra el vidrio, y conectan con mi esfuerzo. Por un momento, se sientan a mi lado, velan por mi descanso. Cuidan de la cajita para que no se rompa. A veces incluso me ayudan a empujarla por unos minutos, unos preciosos minutos donde al fin me siento acompañada, y el aire se renueva. 

Todos los días doy gracias a Dios por las personas que ven mi cajita de cristal. La ven y no la juzgan, la ven y me ayudan a cargarla. La ven y me acompañan. 

Mi autismo es como una cajita de cristal, no todos lo pueden ver, pero yo la veo y la cargo constantemente. No es todo malo dentro de ella, claro que no. El mundo se ve diferente a través del cristal. A veces encuentro cosas que otros ignoran. A veces el filtro de la cajita me permite enfocarme de manera más intensa. Pero a veces se hace pesada, y el aislamiento me duele. Algunas personas ven mi autismo y lo reconocen, y me acompañan. Escuchan lo que siento y lo veo y me cuentan lo que hay del otro lado, y como se ve. Son como un puente al mundo. Son mi oasis.

La Chica de Sombrero

Me temblaban las manos y las lágrimas corrían por mi rostro, podía sentir cómo me ahogaban. Era la primera vez que me había dejado ver, y sabía lo que seguía después.
—¿Por qué no me dejas entrar en tu burbuja? —su comentario invadió mi mente y sentí como si mi angustia frenara en seco— entonces podría acompañarte, y no sentirías que necesitas salir.
—Sí quiero, pero no es bonito aquí dentro —le advertí con temor.
—No espero bonito. —No le creía, no se sentía real, pero continuó:— no hace falta que pongas lo que sientes en palabras, solo ponle un nombre, y entonces sabré que no debo dejarte sola.
Sus palabras me aturdieron, no podía pensar, jamás sentí algo así. Esto no solo era inesperado, era inimaginado.
—Algo simple —continuó— será tu «cajita de cristal».
—Es perfecto —le dije al fin, y mi corazón quiso estallar, pero ya no de tristeza, sino de felicidad y agradecimiento.
Esa noche le recé una oración especial a Dios, una que no dejé de hacer nunca, por aquellas personas mágicas que dejó en mi camino, las que me acompañan y me apoyan en los momentos más oscuros.